miércoles, 21 de marzo de 2012

La intensidad empática.


La brutalidad de la intensidad” esta es la primera idea que apunté en la conferencia de Fermín Cabal, y esta eclipsa al resto, las hace pequeñas y absurdas. Y como tal, debo darle la importancia que (en mi humilde y normalmente equivocada opinión) merece. Y es que, la intensidad es aquello que lo mueve todo, y en sus más potentes efectos es brutal. Mi vida (también las vuestras) es movida por la intensidad, la intensidad del no, del sí, del amor, del cariño, de la frustración, y todo esto seguido de un etcétera eterno. Pero debo destacar un aspecto puntual de la intensidad: la intensidad empática. La intensidad que nos permite vivir en los otros, nos permite comprender a los demás, y que, por supuesto, nos permite escribir y leer. Sin la intensidad empática no leeríamos, no escribiríamos, moriríamos. ¿Y qué sería de un mundo sin literatura? ¿Podemos siquiera llamarlo mundo? Y esto mismo es lo que hace que una historia funcione, es así gracias a la intensidad empática de los lectores y de la obra en sí, podrán vivirla y sentirla como suya. 


Destacaba Fermín la fuerza del no. Es curioso ver al público identificarse con un protagonista que sufre, y que ellos sufran también, pero que a su vez esta identificación les cause cierto placer (si no es así, ¿por qué todos los dramones cuentan con tanto público?) Es así por la intensidad empática que produce este tipo de obras, son potentes e introducen al lector (o al espectador) de forma casi violenta en la historia. La fuerza del no atrae al lector, la intensidad empática lo emerge en la obra y la brutalidad de la intensidad lo hace ser, permite que todo este proceso pueda llevarse a cabo.



2 comentarios:

  1. Si, como buen romántico, filosofásemos sobre intensidad... Pero bueno, algo ya sabes ;-)

    Cuidado con esa empatía, a veces es contraproducente, en especial si das un paso más hacia la absorción de energías ;-).

    Que tus fotos te sonrían (como yo estoy en una de ellas, luego te sonrío en clase :-P).

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  2. No, el no no hace nada. Hala, ahora a chinarte conmigo y a demostrarme que el no lo mueve todo. Ergo sí es verdad que el no lo mueva todo, ¿no?

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