sábado, 23 de junio de 2012

Cadena de favores (I).

Hace un tiempo, mi torpeza innata me permitió conocer a una persona que de otro modo, seguramente, nunca hubiera conocido: perdí mi abono mensual de transportes de la Comunidad de Madrid, y con ella algo de dinero, en Mieres (Asturias). Esta persona trabaja en la estación donde lo perdí, y consiguió (sorprendentemente) encontrarme en una red social. Envío de vuelta mi abono con la cantidad íntegra del dinero que perdí (ni siquiera cobró con mi dinero el envío); junto con mi abono y el dinero recibí una tarjeta muy especial.

(No era exactamente esta, pero en esencia son lo mismo)
Compras una tarjeta, y cuando hagas una buena acción a alguien, se
 le entregas. Y esta persona debe hacer otra buena acción por otra persona, y de este modo,
 el proceso debe repetirse una y otra vez.

Pero yo, que tanto he dicho siempre sobre lo mucho que me gusta ayudar a los demás, todavía no he hecho nada lo suficientemente importante como para entregar la tarjeta. Soy horrible, lo sé. Y eso me ha hecho replantearme ciertas cosas. La primera de ellas: ¿qué tipo de favor se merece el valor de esta tarjeta? Yo creo que tiene que ser algo muy especial, para mí lo fue, no porque no se quedara el dinero o porque me lo mandara inmediatamente, sino porque se molestó, luchó contra la comodidad y me buscó en una red infinita de nombres, se puso en contacto conmigo sin conocerme de nada, cuando simplemente podría haberse limitado a dejarlo en una caja de "objetos perdidos". Lo primero que pensé al leer la tarjeta era que debía esperar a que llegara la ocasión y que en ese momento sabría que era el momento. Pero hay un pero en esa idea, todo el tiempo que pueda tardar, es un "tiempo muerto", un tiempo en el que la tarjeta permanecería en mi cartera, sin uso, sin que permitiera hacer favores. No sé muy bien qué hacer al respecto, desgraciadamente no he llegado a ninguna conclusión que me parezca 100% válida. Y esta cuestión sin respuesta me lleva directamente a otra: ¿Necesitamos de una tarjeta para hacer un favor a los demás? Si es así, ¿qué ocurre una vez que hemos hecho el favor y se la entregamos a otra persona? ¿Nos olvidamos sin más de ayudar? La respuesta que todos me daríais seguramente sería "no claro que no" pero, ¿sería sincera? Yo misma me cuestiono qué habría hecho si yo hubiera sido la empleada en esa estación y no hubiera tenido un compromiso con dicha tarjeta (y con la persona que me hizo el favor a mí y me la entregó), ¿lo hubiera hecho? Sinceramente no lo sé. Y eso es lo que debemos cambiar. No debería dudarlo, debería tenerlo claro, con ese y con todos los casos con los que nos crucemos similares, con toda aquella persona a la que podamos ayudar, nos lo pida, o no.
Personalmente, intentaré que lo acontecido sirva de algo, al fin de al cabo somos (los seres humanos) todo aquello que queda de nosotros cuando morimos. Todos nuestros buenos pensamientos, todo el apoyo que hemos dado, todo el amor que nos ha movido y todas las buenas obras que dejamos a nuestras espaldas. No creo que haya nada que nos pueda definir mejor. Entre tanto, entregaré esta tarjeta al hacer una buena acción y sobretodo intentaré que no se quede en eso, que no solo sea una buena acción aislada.

Y ojalá que lo ocurrido no solo me sirva a mí, sino a todo aquel que lea esto. Gracias.

Haced feliz a todo aquel con el que os crucéis y seréis más felices vosotros.

2 comentarios:

  1. :)

    Me has hecho sacar una sonrisa enorme, que lo sepas.

    Y me parece una buena reflexión, y me siento obligado a responderla. Mi respuesta es, exactamente, ésa. "Claro que no". No necesitamos de una tarjeta para hacer ningún favor.
    ¿Es una respuesta sincera? Sí. Porque en realidad, a mí nadie me había pasado esa tarjeta antes. Tengo unas cuantas, pero las encargué yo mismo, así que no te la envié por seguir una cadena ni por obligación; la intención era en parte invitarte precisamente a esta reflexión que haces, y hacerte ver que (y no es por tirarme flores) aún queda gente buena en este mundo, porque soy consciente de que la mayoría de la gente no sólo no se habría molestado en buscarte sino que se habría quedado el dinero sin pensárselo dos veces. Estoy convencido de que el dinero volvió a ti sólo porque estaba bien escondido dentro del abono.
    Y también porque sabía que aunque el valor material quizás no fuese tan importante, sé que había cosas que querías recuperar y, como decía en la tarjeta, te haría sonreir. Y una sonrisa es motivo suficiente para enviar mil de esas tarjetas. Y a fin de cuentas es de lo que se trata. No de obligar a nadie a seguir ninguna cadena, sino de hacer sonreir a otra persona en un tiempo donde las sonrisas están demasiado infravaloradas.

    Encargué varias tarjetas en su día, pero creo (mi memoria tampoco es gran cosa xDD) que es la primera que envío, o por lo menos la primera que cumple lo que pone en el texto de enviarla a alguien desconocido.


    Y, respondiendo a tu primera pregunta, la tarjeta en sí misma no tiene ningún valor, el valor lo dan las buenas acciones que la acompañan, o las que no la acompañan, la tarjeta es lo de menos. Y cualquier buena acción tiene muchísimo valor para alguien.


    Sonríe y quédate la tarjeta de recuerdo. Si llegara el momento en que quisieras utilizar una, las tarjetas son reemplazables. Lo que simbolizan no.

    ResponderEliminar
  2. Antes de escribirme estos comentarios deberías ser consciente de mi sensibilidad extrema... :) Me he emocionado mucho, q lo sepas. Muchas gracias por todo, y por esta respuesta que es la parte (necesaria) que le falta a la entrada de blog; ahora el mensaje está completo. El comentario será la próxima entrada. Y de nuevo, muchas gracias ;)

    ResponderEliminar