jueves, 31 de mayo de 2012

Obsesionada con Blancanieves y la eterna pugna entre la luz y la oscuridad. (II PARTE)


La segunda parte de esta entrada quería dedicarla a contaros un cuento. Diréis ¿por qué? Bueno, hace unos meses fui con mi gran amigo Sergio a una exposición fotográfica, era de Manuel de los Galanes (web: PINCHA AQUÍ), como podréis ver tiene unos trabajos impresionantes de fotoilustración (aunque es difícil de definir este término, ya haré otra entrada sobre este tema =]). La exposición tenía como título "No tan felices" y mostraba en imágenes escenas de las verdaderas historias de cuentos tradicionales conocidos por todos.
Algunos ejemplos eran: La sirenita, Blancanieves, Caperucita roja etc., estaréis preguntándoos que qué quiero decir con las verdaderas historias. En realidad tampoco es la mejor forma de definirlo, él expresa en sus cuadros versiones de la historia anteriores a las que conocemos, historias muchos más oscuras y también mucho más interesantes. La mayoría de estas versiones son de Perrault, un autor fundamental para quien estudia la historia del cuento. Este autor es del siglo XVII y, en cambio, las versiones que nos han llegado son (en su mayoría) del siglo XIX de ni más ni menos que los hermanos Grimm.
Fue una exposición, por todo esto, muy interesante, a mí me encantó (imaginaos si yo estudio filología y fotografía...). A este evento fue el autor con nos contó algunas historias interesantes y también el cuento de Blancanieves en su totalidad, desgraciadamente no he sido capaz de encontrar la versión que él nos contó por escrito (si alguien supiera algo, estaría eternamente agradecida). Así que sin más dilación paso a contaros el cuento que él nos contó:



Blancanieves.

En un tiempo inhóspito, vivía una mujer y deseaba ser madre, por ello le pidió una niña a la luna. Pero la mujer quería que su hija cumpliera con una serie de características: que tuviera el pelo negro como el carbón más oscuro, los labios rojos como la sangre y la piel pálida como la nieve. La luna le concedió su deseo pero, a cambio, debía sacrificar su propia vida (la mujer). Y así fue, en esa misma noche los lobos la devoraron, no dejando nada de ella. De este modo, la luna cumplió con su promesa y entregó a la niña, esta se quedó con su padre ahora viudo. Pero esta niña, no es la adorable niña perfecta que nos contaron, irradiaba energía oscura, irradiaba poder, y era algo de lo que se era muy consciente estando a su lado. Su nacimiento a costa de la muerte de su madre, y habiendo sido entregada por la luna, la hacía así. 

Su padre encontró a una nueva esposa (muy muy diferente a la madrastra que conocemos), ella era todo luz, una mujer rubia, hermosísima y virtuosa, sin ningún tipo de maldad. Blancanieves era la oscuridad y ella era la luz. La nueva madrastra de Blancanieves solo tenía una obsesión, ser madre. Lo intentaron en numerosas ocasiones pero el niño siempre moría antes de poder siquiera nacer. ¿La razón? La energía oscura de Blancanieves, palpable y densa. Es por esta razón por la que madrastra empezó a odiar a su hijastra. Incluso construyó una habitación cuya entrada estaba terminantemente prohibida para la niña, de este modo, no la podría llenar de su oscuridad, así, la madre frustrada podría llevar a cabo la gestación estando encerrada. En esta habitación, totalmente pintada de negro y con la única compañía de un espejo, la madrastra de la muchacha oscura empezó a perder la cabeza. Además, esto tampoco funcionó pues la energía de la niña, según iba creciendo ella, iba evolucionando, haciéndose más oscura, más potente.

Por esta razón, decidieron que la muchacha se marchara cuando cumpliera dieciocho años. Y así fue, ella se marchó y se topó con siete hombres (no enanitos, sino hombres grandes y fuertes) y tuvo un acercamiento sexual con ellos, con el fin de dominarlos y poder vivir allí (el control de la mujer sobre el hombre es algo censurado hasta hace bien poco y más aún el control sexual, por esta razón esta parte se suprimió/censuró). Blancanieves comenzó a vivir allí, pero vivir durante dieciocho años, en el hogar de su padre y su mujer no pasó en balde, un rastro de su energía quedó allí, una huella de la que fue su estancia.  Nada podía hacer para que funcionara su embarazo, así que, no viendo otra salida, decidió matar a la muchacha. Le envió una manzana, pero no una cualquiera, sino una manzana negra como ella misma, cuando Blancanieves la comió se sumió en un sueño eterno, condenada a tener pesadillas por toda la eternidad. La madrastra nunca pudo tener su hijo, y habiéndose marchado toda su luz, perdió también su cordura. 

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